Nadie puede estudiar por ti. No vas a tener a nadie para pasarte las hojas del libro o para sujetarte la mano mientras estás en el preparador o en la academia.
Es tu oposición, opción y un poco maldición a veces, pero una decisión exclusivamente tuya.
A veces, tu habitación de estudio o la sala de la biblioteca se te antoja una inmensidad, un océano sin fin por el que te llevan las olas, dando tumbos, como si fueses una botella con un mensaje muy claro: "Quiero mi plaza." Y en ese momento, estando a la deriva, te sientes completamente solo.
Y no eres el primero, ni el único, ni el último...
Posiblemente ni siquiera será la última vez que tengas esta sensación.
Pero lo cierto es que no estamos solos, ni mucho menos. Dejando a un lado familia y amigos de fuera, quien más y quien menos tiene lo que se denomina "amigo opositor".
Dícese de aquella persona que cuando vas a coger el whatsapp para quejarte sobre una asignatura, se te ha adelantado y te invita a unirte a tirarla por la ventana. Aquel siempre dispuesto a acordarse de las muelas de tu preparador cuando te adelanta o cambia el cante. El que te manda fotos con chistes malos, imágenes con frases de ánimo, dibujitos por sus libros o apuntes.
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Es ese amigo que cuando tienes un mal día con los estudios, se pone en tu piel más que nadie y, por eso, que él te diga que "nunca llueve eternamente" debería ser una verdad absoluta, lo sabe de primera mano. El que te resuelve las dudas más absurdas sin menospreciarte, porque él también las tuvo; el que te pregunta dudas que hacen que te plantees si has estudiado el mismo tema y al final encontráis la solución juntos; el que comparte tu enajenación pre-cante y el estado de ánimo bipolar cuando salen las convocatorias.
Las alegrías y las penas en la oposición terminan siendo compartidas con los compañeros de camino. Nos alegramos por sus buenas noticias como si fueran nuestras, nos ponemos nerviosos con sus exámenes, nos sentimos mal cuando los vemos de bajón.
Las alegrías y las penas en la oposición terminan siendo compartidas con los compañeros de camino. Nos alegramos por sus buenas noticias como si fueran nuestras, nos ponemos nerviosos con sus exámenes, nos sentimos mal cuando los vemos de bajón.
Y es que, como dice el proverbio, "si quieres ir rápido, camina solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado."
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